Las tradiciones más antiguas de oriente consideraban que los males del cuerpo tenían una raíz mas profunda, la enfermedad no era para ellos mas que una desarmonía energética de la persona.
Cada átomo, cada órgano de nuestro cuerpo produce un sonido
particular debido a su movimiento, ritmo o vibración, todos en una determinada
frecuencia, cuando un órgano está sano su frecuencia vibratoria esta en armonía
con el resto del cuerpo, pero si esta frecuencia se altera, aparece la desarmonía
y lo que llamamos enfermedad.
Sabemos que a través de la resonancia es posible modificar
estas frecuencias alteradas, a través de la transmisión de otras frecuencias, y
eso es lo que convierte el sonido en un proyecto terapéutico capaz de abrir la
puerta al equilibrio: físico, emocional, mental y espiritual.
La resonancia de los cuencos de cristal de cuarzo y tibetanos
ajustan la vibración de la persona a la misma frecuencia emitida por el cuenco,
es decir que terminan vibrando los dos al mismo ritmo. De ahí que el sonido de
los cuencos afectan de manera global al individuo, primero equilibra su cuerpo
energético y los chakras, luego limpia el campo áurico y a través de la columna
actúa como vehículo de resonancia extendiendo las ondas vibratorias a través
del sistema nervioso por todas nuestras células, tejidos y órganos.
Este es el motivo por el cual el sonido de los cuencos tienen
la capacidad de disolver bloqueos en el cuerpo físico y sutil. Llevándonos a
unos estados de profunda calma en el cual se ha comprobado científicamente, que
en estos estados hay un aumento significativo de la producción de los
linfocitos, que son los responsables de nuestro sistema inmunológico.
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